Jóvenes sin raíces religiosas
La mayor parte de las encuestas sobre los jóvenes y la religión confirma cuanto ya sabemos. Los jóvenes son los hijos de aquellos que fueron adolescentes entre 1960 y 1970 y que en su tiempo habían hecho la elección de no transmitir siempre aquello que ellos mismos habían recibido en su educación. Por lo tanto, han dejado que sus hijos se las arreglaran por sí mismos en el ámbito moral y espiritual, sin tener otra preocupación en la educación que cuidar de su realización afectiva. Así en muchos casos han carecido de referencias espirituales, quedándose desamparados. Los querían ver felices, pero sin enseñarles las reglas de la urbanidad, de cómo se emplean las riquezas de un pueblo y de la fe cristiana, que ha sido la fuente de muchas civilizaciones. Hay que reconocerlo, el sentido de la persona humana, el sentido de la propia conciencia, el sentido de la libertad, el sentido de la fraternidad, el sentido del igualitarismo, todo esto se lo debemos al mensaje de Cristo transmitido por la Iglesia. Se han banalizado estos valores separándolos de su fuente, con el riesgo de ya no poderlos transmitir, una vez que se desconoce su origen. Por este planteamiento mental anti-educativo, los hijos no han sido bautizados ni catequizados. Necesitaban hacer tabula rasa del pasado para liberarse de la tradición, actitud que ha producido ignorantes culturales, privados de una formación y cultura religiosa. Son incapaces de entender períodos enteros de la Historia de nuestra civilización, como también del arte, de la literatura, de la música. No son alérgicos a los dogmas, o sea a las verdades de la fe cristiana, y menos a la Iglesia; ¡la cosa es que no saben nada de ella! Por ello, en las encuestas más serias, sus respuestas revelan ignorancia, indiferencia y falta de educación religiosa. Están condicionados por todos los clichés y por todos los conformismos que circulan sobre la fe cristiana. En pocas palabras, están lejos de la Iglesia, porque al no haber sido educados en ella no se han integrado en la tradición religiosa.
Confusión entre lo religioso y lo paranormal
Hay que reconocer que muchos jóvenes son bastante ajenos a cualquier dimensión religiosa, la cual, a pesar de todo, no quiere otra cosa que surgir. ¿Cómo podría ser de otro modo en un mundo que elimina lo religioso? Lo confunden con lo parapsicológico, lo irracional y la magia. Son atraídos por los fenómenos del “más allá de la realidad” que provocan una resonancia emotiva y suscitan sentimientos capaces de hacerles creer en la existencia de un ser del más allá. Pero en este caso sólo se encuentran a sí mismos, sus sensaciones y su imaginación. La espiritualidad que está ahora de moda es aquélla carente de palabras, de reflexiones y de contenido intelectual, o sea, aquélla consistente en muchas corrientes de filosofía y de sabiduría sin Dios que, venidas del Oriente y de Asia; éstas son en sí interesantes, pero no son religiones, a pesar de ser valorizadas y deformadas actualmente, aún sin representar un movimiento de masas. Según esta mentalidad hay que ser “cool”, “zen” y tranquilos, o sea, no hay que probar nada, sino hay que vivir en una inercia moderada. Toda desviación es posible porque no hay ningún control institucional o intelectual.
Todo, y lo contrario de todo, puede ser puesto en lugar de Dios, actitud totalmente opuesta al cristianismo que es la religión de la Encarnación del Hijo de Dios y que transmite un mensaje de verdad y de amor con el que se puede construir la vida y luchar contra todo lo que la arruina y la destruye. Los jóvenes cristianos advierten que la presencia de Dios y su mensaje llevan consigo una esperanza inmensa que les abre los caminos de la vida. Pero cuando el sentimiento religioso, inherente a la psicología humana, no ha sido educado y enriquecido con un mensaje auténtico, permanece primitivo y prisionero de una mentalidad supersticiosa y mágica. La falta de educación religiosa anima a las sectas y a los falsos profetas a que se autoproclamen como tales para hablar en nombre de una divinidad hecha a su imagen. El hombre necesita ser introducido en una dimensión diferente a la suya, dimensión que el Creador ha inscrito en el corazón de cada ser humano. Así es vinculado por Dios a los demás, a la Historia, y, sobre todo, a un proyecto de vida que lo revela a sí mismo, lo humaniza y lo enriquece. He aquí el sentido de la Palabra del Evangelio transmitida por la Iglesia.
Los jóvenes de la JMJ están en búsqueda de una vida espiritual
La mayor parte de los jóvenes que participan en la JMJ irradian bienestar y la alegría de vivir, llaman la atención por su calma, la sonrisa, la delicadeza, la gentileza, la cooperación y la apertura. Tenemos que tener fe en estos jóvenes, que preparan una revolución espiritual silenciosa, pero muy activa. Como sus coetáneos, también ellos tienen problemas: alguno ya habrá tenido cierta experiencia con la droga o se habrá comportado de cierta manera sin tener en cuenta la moral cristiana. Viven experiencias y fracasos, pero tienen hambre de otra cosa y están en búsqueda de una esperanza. Anhelan un ideal de vida y una espiritualidad fundada en alguien, en Dios. La sociedad europea que cada vez está más vieja, escéptica y sin esperanza, es sacudida por estos jóvenes que creen en Dios y que quieren vivir en consecuencia. La mayor parte proviene de comunidades cristianas y ha invitado a jóvenes que están en búsqueda. Saben que la vida no es fácil, pero al tener una esperanza firme no se resignan. Más o menos cristianos, se dirigen a la Iglesia para encontrar respuestas a su inmensa necesidad espiritual. Su presencia radiante deja un signo en todos países en los que se desarrolla la JMJ. Invierten, de hecho, la imagen reducida que se tiene de la juventud, porque cada vez que se habla de ella, es sólo para evocar una sexualidad impulsiva, la droga, la delincuencia, etc. Pero si algunos viven de ese modo es porque han sido abandonados a su suerte.
La sociedad es infantil hacia los jóvenes porque los utiliza como modelo, cuando en realidad son los jóvenes los que necesitan puntos de referencia. Se les adula, pero la sociedad no ama a los propios hijos, a juzgar por todas las dimensiones educativas de las cuales son objeto. También la acción pastoral local tiene su propia parte de responsabilidad en la medida en que a veces se han desatendido las tareas educativas o han sido abandonadas por las órdenes religiosas y los sacerdotes, que las habían tenido como vocación. Pero hay que reconocer que su tarea no era fácil en aquella época de rotura (1960-1970), en la que los jóvenes rechazaban masivamente toda reflexión religiosa. Los jóvenes de hoy carecen totalmente de una base desde el punto de vista religioso y hacen unas afirmaciones sorprendentes. Hace poco uno de ellos preguntó a un sacerdote: “¿Por qué mezcláis la Navidad con la religión?”. ¡Él no sabía que la Navidad es el día en el que se celebra la natividad de Jesús! La Navidad es así reducida a una fiesta comercial en familia. Gracias al éxito de la JMJ, este modo de ver las cosas puede cambiar desde el momento en el que los jóvenes se empeñen en una búsqueda espiritual y descubran que gran parte de la visión del hombre, como también enteros sectores de la vida social, han sido modelados por el mensaje de la Iglesia y de generaciones de cristianos.
¿Por qué Juan Pablo II atrae a tantos jóvenes, a pesar de que el mensaje cristiano es exigente, sobre todo en materia de moral sexual?
A menudo hacen esta pregunta y la respuesta viene por sí sola: es el mensaje de Cristo transmitido por la Iglesia, y siempre ha sido exigente; pero también es fuente de alegría. Es difícil vivir no sólo en el campo sexual sino en todas las realidades de la vida. Nada auténtico, coherente y duradero se construye sin dificultad. Juan Pablo II presenta el camino a seguir para vivir como cristianos en nombre del amor de Dios, y este amor es un modo de buscar el bien y la vida para sí mismo y para los demás. Siempre seremos capaces de este amor que no es un sentimiento, ni tampoco un bienestar afectivo, pero corresponde al deseo de buscar en Dios aquello que nos hace vivir. Los jóvenes son sensibles a este lenguaje y a la persona de Juan Pablo II que lo afirma tranquilamente, a pesar de las críticas y el sarcasmo. Les habla de la vida allí donde no escuchan otra cosa que muerte, droga y suicidio, de fracasos en el campo afectivo con el divorcio, de desempleo, por no citar una sociedad que los descuida.
Juan Pablo II tiene fe en ellos y les da fe en la vida. Les dice que es posible vivir y triunfar en la vida, y les explica incluso cómo se hace. La generación precedente no siempre les ha transmitido convicciones firmes, ni les ha enseñado a vivir con un cierto número de valores, limitándose a repetir hasta la saciedad los valores de la sociedad de consumo. ¿Qué cosa hacen los jóvenes? Se dirigen a los ancianos para obtener aquello que no han tenido: son los ancianos los que, como lo hace el Papa, los enlazan con la Historia y la memoria cultural y religiosa, desbancando así a sus padres. No hay divisiones entre el Papa y los jóvenes. Cuando los jóvenes perciben palabras auténticas, se sienten respetados y valorizados: “Por fin hemos sido tomados en serio, él tiene fe en nosotros”.
A la Iglesia se le atribuye una obsesión en cuanto a la moral sexual. Aunque este tema no represente ni el 9% de los discursos y de los escritos del Papa, los medios de comunicación se detienen sólo en este aspecto, silenciando todo el resto. La historia del preservativo[12] es característica de esta desinformación y de la manipulación de la que son objeto sus discursos. Juan Pablo II en cambio dice una cosa diferente: se apoya en el Evangelio y no depende de las ideas ligadas a una moda pasajera. Apela al sentido del amor y de la responsabilidad. Como Cristo, prefiere dirigirse a la conciencia humana, para que cada uno se interrogue sobre el propio comportamiento para saber si se ha vivido en el sentido de un amor auténtico, leal y honesto hacia uno mismo y hacia el otro.
Persigue su misión. La reflexión sobre la sexualidad no puede reducirse a un discurso sobre la salud, sobre todo cuando ésta descuida la responsabilidad moral de las personas. La valoración moral concierne también a la sexualidad y no sólo a la vida social, a no ser que se quiera crear una escisión aberrante. Los cristianos son invitados a inspirarse en este modelo y así su propio comportamiento nazca de una conciencia evangélica iluminada.